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Recuperar tu atenticidad y criar hijos seguros y felices

Foto del escritor: Katiana CordobaKatiana Cordoba


Todo se reduce a una verdad simple pero profunda: los seres humanos necesitan sentirse seguros. Desde el momento en que llegamos a este mundo, nuestro instinto más básico es la supervivencia. Como recién nacidos, dependemos de nuestros padres para crear un sentido de seguridad—un refugio donde nos sintamos protegidos, amados y seguros. Esta necesidad primitiva es la base sobre la cual se construye nuestro bienestar emocional y psicológico.

Pero, ¿qué sucede cuando ese sentido de seguridad se ve amenazado? Cuando, de niños, nos gritan, nos tratan mal o nos piden reprimir quiénes somos realmente para cumplir con las expectativas de los demás. Empezamos a desconectarnos de nuestro verdadero ser.


El costo de desconectarse de uno mismo

Desde pequeños, aprendemos rápidamente que expresar lo que realmente queremos o ser quienes somos puede llevar al rechazo, al castigo o incluso al ridículo. Para protegernos, nos adaptamos. Nos convertimos en lo que los demás—nuestros padres, maestros, compañeros y la sociedad—esperan que seamos. Así es como muchos de nosotros perdemos el contacto con nuestra verdadera esencia.

Con el tiempo, esta adaptación se vuelve una segunda naturaleza. Usamos máscaras—versiones de nosotros mismos cuidadosamente diseñadas para obtener aprobación y evitar conflictos. Pero estas máscaras tienen un costo: perdemos nuestra autenticidad. En esencia, participamos en lo que algunos llaman el «genocidio de la autenticidad», donde el miedo a ser nosotros mismos nos lleva a conformarnos.


El ciclo de la inautenticidad

Cuando crecemos usando estas máscaras, a menudo las transmitimos a la siguiente generación. Como padres, si no hemos hecho el trabajo interior para sanar y reconectarnos con nuestro verdadero ser, enseñamos inconscientemente a nuestros hijos a hacer lo mismo. Sin darnos cuenta, imponemos nuestras ideas y expectativas a nuestros hijos, perpetuando el ciclo del amor condicional: «Compórtate bien», «Haz lo que te digo», «Sé quien quiero que seas».

¿El resultado? Otra generación de seres humanos desconectados de su verdad interior, viviendo con miedo al rechazo y moldeados por influencias externas en lugar de por sus propios deseos y su propia misión.


Reconectarse con uno mismo a través del trabajo interior

El camino para romper este ciclo comienza con nosotros mismos. El trabajo interior es esencial para reconectarnos con quienes realmente somos y para deshacernos de las capas de condicionamiento que nos han mantenido inauténticos. Al hacerlo, podemos:

  1. Redescubrir nuestros verdaderos deseos: Cuando nos quitamos las máscaras, podemos ver lo que realmente queremos y necesitamos.

  2. Vivir nuestra misión: Cuando estamos alineados con nuestro verdadero yo, gravitamos naturalmente hacia nuestro verdadero propósito.

  3. Criar hijos auténticos: Al modelar la autenticidad, empoderamos a nuestros hijos para que abracen su propio camino único.


Criar hijos con autenticidad

Cuando hemos hecho el trabajo interior, podemos criar a nuestros hijos de una manera que fortalezca su interior y su individualidad. Podemos:

  • Respetar su camino: Entender que su camino les pertenece, no a nosotros.

  • Crear un espacio seguro: Permitirles expresarse sin miedo al rechazo.

  • Guiar con amor y paciencia: Educar con compasión, comprensión y apertura, en lugar de con control o crítica.

Cuando los niños crecen sintiéndose libres de ser ellos mismos, no necesitan máscaras. Aprenden a navegar el mundo con confianza y autenticidad, sin ser sacudidos por las presiones externas. Pueden vivir en su propio flujo, cumplir su misión única y contribuir de manera significativa al mundo que los rodea.


Un nuevo camino hacia adelante

El camino hacia la autenticidad comienza con la aceptación de uno mismo. Cuando abrazamos quienes realmente somos, creamos un efecto dominó que toca a nuestros hijos, nuestras relaciones y, en última instancia, al mundo. Rompamos el ciclo de la inautenticidad y creemos un futuro donde ser uno mismo sea seguro, valorado y satisfactorio.


Katiana


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