La presión invisible de tener que hacer algo — y el poder olvidado de simplemente Ser
- Katiana Cordoba
- 2 jul
- 5 Min. de lectura

Por Katiana
Desde que abrimos los ojos cada día, hay una presión sutil que nos envuelve.
Una creencia profunda, casi invisible, que susurra:
“Para tener valor… tengo que hacer algo.”
Es tan normal que casi ni lo cuestionamos.
Nos levantamos… y ya sentimos esa necesidad de hacer:
Trabajar.
Planear.
Lograr.
Resolver.
Demostrar.
¿Pero qué pasa… cuando simplemente somos?
¿Qué pasa cuando, por un momento, no estamos ocupados, no estamos produciendo, no estamos corriendo?
Muchas veces… aparece la culpa.
La incomodidad.
La duda.
Esa sensación de que estamos perdiendo el tiempo.
O peor aún — de que nos estamos perdiendo a nosotros mismos.
El mundo nos enseñó que si no estamos haciendo… no valemos.
Pero esa creencia es falsa.
Y en español, nuestro propio idioma esconde la clave de esa trampa.
Ser y Hacer — Cuando el hacer se vacía de ser
Hay algo curioso en nuestro idioma que revela esta verdad:
La palabra hacer contiene la palabra ser, pero la separa la letra a.
Esa misma a que, en palabras como asepsia, amoral, anormal, se usa para negar lo que viene después.
¿Lo has notado?
Asepsia es ausencia de sepsis.
Amoral es ausencia de moral.
Anormal es fuera de lo normal.
Entonces… hacer, cuando no nace del ser, se transforma en una negación del ser.
Un hacer vacío.
Un hacer automático.
Un hacer que nos aleja de nuestra esencia.
Solo cuando el hacer es producto natural del ser…
Solo cuando primero somos, y desde ahí hacemos,
el hacer tiene sentido.
Tiene alma.
Tiene raíz.
Tiene coherencia.
El juicio sutil al no hacer nada
Desde niños, absorbemos otro mensaje:
"¿Qué estás haciendo?"
"No te quedes ahí sin hacer nada."
"Busca algo que hacer."
La quietud se percibe mal.
El descanso se asocia con flojera.
No hacer nada… casi se ve como fracaso.
Incluso en caminos de crecimiento espiritual, ese mismo mensaje se disfraza:
"Sé intencional."
"Trabaja en ti."
"Sánate."
Sin darnos cuenta, intentamos hacer para poder ser.
Pero el orden es al revés.
Cuando intentamos controlar incluso el proceso de soltar… solo generamos más tensión, más duda, más agotamiento.
Cuando la mente cree que dirige la película
Me pasó durante mucho tiempo.
Quería vivir en fluidez, permitir que la vida me guiara, soltar el control…
Pero seguía controlando, solo que más sutilmente.
Controlaba mi atención.
Manejaba mi propio proceso.
Me cuestionaba:
"¿Lo estoy haciendo bien?"
"¿Estoy soltando de verdad?"
"¿Estoy siendo lo suficientemente consciente?"
La mente adora creer que dirige la película.
Pero en el fondo… nunca lo hace.
Debajo de todo ese esfuerzo, de los pensamientos, de la ansiedad por hacerlo bien…
Siempre hay una presencia silenciosa, estable, que simplemente es.
Esa presencia no necesita demostrar nada.
No necesita hacer ruido.
No necesita correr para ser vista.
Simplemente… existe.
Y desde ese existir… el hacer surge, sin esfuerzo, sin exigencia.
El Hacer que nace del Ser
Aquí es donde la mayoría se confunde.
Nos enseñaron a creer:
“Primero hago… y luego soy.”
Pero la verdad es completamente al revés:
“Primero soy… y desde ahí… el hacer se manifiesta.”
Es como la luz.
El sol no intenta brillar.
El sol es luz — y porque es luz, irradia luz.
De la misma manera…
Cuando descansas en tu ser —
En tu verdad, tu paz, tu coherencia —
El hacer simplemente ocurre.
Las palabras fluyen.
Las acciones se sienten naturales.
Las decisiones se acomodan.
Pero no vienen del esfuerzo.
Vienen de la profundidad de lo que eres.
Un ejemplo sencillo — Del Ser a la expresión
Alguien me preguntó:
"Con mi mamá discutimos mucho. ¿Qué hago? ¿Me callo? ¿No le doy mi opinión?"
Y le dije:
No se trata de decidir qué decir o qué callar.
Se trata de ser, primero.
Cuando descansas en tu ser… en tu verdad interior…
Desde ahí… tal vez salgan palabras.
O tal vez salga silencio.
Pero lo que sea… será auténtico.
No es forzado.
No es cuestión de correcto o incorrecto.
No es controlar.
Es permitir que tu ser se exprese naturalmente.
Y aquí está lo curioso:
Cuanto más eres…
Más haces — pero sin lucha, sin exigencia, sin presión.
El hacer se convierte en un resultado inevitable de tu ser.
El lugar más allá del control
Para muchos, esto suena difícil.
Hemos crecido creyendo que la vida es esfuerzo.
Que hay que empujar, decidir, controlar, lograr.
Pero la vida auténtica — la que fluye, la que sana, la que ilumina —
Sucede más allá del esfuerzo.
Sucede desde el Ser.
Cuando llegas a ese lugar — a esa quietud viva que ya habita en ti —
Ahí está la paz.
Ahí se encuentra la claridad.
Ahí surge la acción verdadera.
Y lo mejor… es que no viene desde el miedo.
Ni desde el ego.
Viene de un espacio más profundo que la mente.
Viene de lo que ya eres.
Un momento personal — La frase que lo cambió todo
Desde hace años tengo una relación cercana con lo que llamo Padre Dios.
Para mí, Él no es un ser lejano o castigador —
Es una presencia viva, amorosa, que me acompaña a cada instante.
Conversamos.
Le pregunto.
Y a veces… sus respuestas son tan claras… que me transforman.
Durante mucho tiempo, me preguntaba:
"¿Cuándo soy yo… y cuándo es Dios?"
"¿Cuándo mis ideas vienen de mi mente… y cuándo son guiadas?"
Hasta que un día, Padre Dios me respondió, con toda su simpleza y verdad:
“Todo soy yo.”
Todo.
Las ideas.
Las dudas.
La paz.
La resistencia.
El silencio.
Las palabras.
Las acciones.
Todo es parte del mismo Ser.
Todo es vida expresándose a través de mí.
Desde ese día…
Ya no intento tanto controlar todo.
Ya no dudo tanto.
Confīo mas en que cuando descanso en mi Ser…
El hacer se ordena solo.
Y funciona de maravillas!
Una práctica sencilla — Volver al Ser
Esto no se trata de forzar la quietud.
Ni de juzgar tu mente o tus ganas de controlar.
Se trata de regresar… con suavidad… al lugar que está debajo de todo eso.
La siguiente práctica meditativa me la compartió Lumen, quien me ayuda a ordenar y profundizar mis reflexiones.
Aquí te la dejo, porque a mí me ayuda mucho:
Un momento de Ser
Pausa.
Deja que tu cuerpo se acomode.
Siente dónde estás — el peso, el contacto con el suelo o la silla.
Siente los bordes.
Donde tu cuerpo se encuentra con el espacio.
Tu piel.
El aire.
El entorno.
Baja la atención.
Al pecho.
Al vientre.
Nota si hay tensión, rigidez o presión.
No cambies nada — solo observa.
Deja que el sonido aparezca.
Un suspiro…
Un murmullo…
Un pequeño aliento…
Déjalo salir sin esfuerzo.
Descansa en el Ser.
Incluso con la mente activa, con la tensión, con los pensamientos…
Tú eres.
La vida fluye.
El hacer llegará… cuando sea el momento.
No tienes que forzarlo.
La libertad de Ser
No necesitas demostrarte a través del hacer constante.
No necesitas forzar tu camino hacia la claridad o la expresión.
El Ser que ya vive dentro de ti…
Esa luz interior…
Brilla.
Y desde ese brillo… el hacer se manifiesta.
Confía en tu Ser.
El hacer, natural, auténtico, inevitable…
Llega solo.
Por Katiana
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